Sobre si la música es un lenguaje

Una de las disyuntivas más apremiantes e interesantes en el camino de la música de hoy reside en si una pieza musical constituye o no un discurso. El problema es, claro está, complejísimo, por lo que no pretendo hacer otra cosa que aproximarme a una de las cuestiones previas a su planteamiento propiamente dicho. La cuestión previa a la que quiero acercarme es ésta: en qué consiste la naturaleza discursiva de la música, digamos, de corte tradicional o, para ser más precisos, de la música tonal y dodecafónica (entendiendo el dodecafonismo en el modo en que lo practicó Schönberg, no en sus múltiples derivaciones). Y para acercarme a esta cuestión previa lo que prongo es una idea o, más bien, un método: aplicar a esta clase de música la noción de juego de lenguaje de Wittgenstein.

Wittgenstein afirma que el significado de las palabras no se establece mediante su definición sino mediante su uso en el lenguaje, y que, por lo tanto, no aprendemos dicho significado gracias a ninguna explicación sino por adiestramiento. Un juego de lenguaje es un uso particular del lenguaje en determinadas circunstancias, cuyo funcionamiento aprendemos sobre la marcha, del mismo modo que aprendemos a jugar un juego del que no conocemos claramente las reglas, y cuyo funcionamiento vamos comprendiendo paulatinamente según el juego se desarrolla. No se trata, además, de un juego cuyas reglas hayan sido inequívocamente establecidas por alguien que no nos las cuenta: las reglas no han sido establecidas claramente por nadie, y todos los jugadores han llegado a conocerlas por el mismo procedimiento que nosotros, es decir, sobre la marcha. Claro está que cualquiera capacitado para jugar puede dar cuenta aproximada de las reglas del juego, pero Wittgenstein hace en este punto dos apreciaciones importantes: la primera, que las reglas nunca explican satisfactoriamente todas las situaciones que se dan en el juego, siempre hay un caso no previsto que no queda explícitamente regulado; la segunda, que el mismo hecho de que las reglas sean establecidas sobre la marcha permite que éstas se vayan modificando a medida que el juego se desarrolla. Así lo expone Wittgenstein:

83. ¿No nos aporta luz aquí la analogía del lenguaje con el juego? Podemos imaginarnos perfectamente que unas personas se entretienen en un prado con una pelota jugando de tal manera que empiezan diversos juegos existentes sin acabar de jugar algunos de ellos, y arrojan a lo alto la pelota sin plan ninguno, se persiguen mutuamente en broma con la pelota y se la arrojan, etc. Y ahora alguien dice: Durante todo el tiempo esas personas juegan a un juego de pelota y se guían por ello en cada pelotazo por reglas definidas.

¿Y no hay también el caso en que jugamos y – hacemos las reglas sobre la marcha? y también incluso aquel en que el que las alteramos – sobre la marcha.

84. Dije de la aplicación de una palabra: no está absolutamente delimitada por reglas. ¿Pero qué apariencia tiene un juego que está absolutamente delimitado por reglas?, ¿cuyas reglas no dejan que se introduzca duda alguna, que le tapan todos los huecos? – ¿No podemos imaginarnos una regla que regule la aplicación de la regla? ¿Y una duda que esa regla remueve – y así sucesivamente?

(…)

85. Una regla está ahí como un indicador de caminos. – ¿No deja éste ninguna duda abierta sobre el camino que debo tomar? ¿Muestra en qué dirección debo ir cuando paso junto a él: si a lo largo de la carretera, o de la senda o a campo traviesa? ¿Pero dónde se encuentra en qué sentido tengo que seguirlo: si en la dirección de la mano o (por ejemplo) en la opuesta? – Y si en vez de un solo indicador de caminos hubiese una cadena cerrada de indicadores de caminos o recorriesen el suelo rayas de tiza – ¿habría para ellos sólo una interpretación? – Así es que puedo decir que el indicador de caminos no deja después de todo ninguna duda abierta. O mejor: deja a veces una duda abierta y otras veces no. Y ésta ya no es una proposición filosófica, sino una proposición empírica. (1)

Las reglas del juego son, pues, imprecisas, y sin embargo, como apunta Wittgenstein al final de las líneas citadas, no dejan lugar a duda (o dejan el margen de duda necesario): los jugadores son perfectamente competentes en el juego, comprenden inequívocamente las distintas situaciones y reaccionan correctamente ante ellas. A pesar de los defectos de las reglas, comprendemos el juego a la perfección.

Tras estas explicaciones nos damos cuenta de la evidente analogía que podemos establecer entre el modo en que comprendemos y participamos de un juego de lenguaje y el modo en que comprendemos y participamos del discurso musical. El propio Wittgenstein señala esta semejanza:

527. Entender una oración del lenguaje se parece mucho más de lo que se cree a entender un tema en música. Pero con ello quiero decir lo siguiente: que entender una oración lingüística se acerca más de lo que se cree a lo que usualmente se llama entender un tema musical. ¿Por qué tienen que desarrollarse justamente de esta manera la intensidad y el ritmo? Quisiéramos decir: “porque sé lo que significa todo esto.” ¿Pero qué significa? No sabría decirlo. Para ‘explicarlo’ podría compararlo con otra cosa que tuviera el mismo ritmo (quiero decir, el mismo desarrollo). (Decimos: “¿No ves? Es como si sacáramos una conclusión,” o bien: “Esto es como un paréntesis,” etc. ¿Cómo se justifican tales comparaciones? – Hay justificaciones de muy diversos tipos.) (2)

Comprendemos, en efecto, el significado de una frase musical, de un giro melódico o de un enlace armónico, aunque nadie nos ha explicado dicho significado (ni podría en modo alguno explicárnoslo de forma satisfactoria). Comprendemos tales recursos musicales por adiestramiento, gracias a nuestra experiencia en la escucha de cierto número de piezas que forman parte de una misma tradición y que hacen, por lo tanto, un uso parecido de esos mismos recursos expresivos. Nótese la importancia de dicho adiestramiento. Alguien que jamás hubiera escuchado una composición musical de la tradición europea podría experimentar cierto gozo sensorial al oír la sinfonía Júpiter de Mozart, pero desde luego no la comprendería. Por otra parte, el hecho mismo de que el significado de los recursos expresivos no responda a explicación alguna y se establezca por su uso en piezas sucesivas provoca que dicho significado se modifique, siquiera levemente, en cada nuevo uso. Podemos decir que cada composición musical establece un nuevo juego de lenguaje, en que una serie de recursos expresivos conocidos –y otros nuevos, pero semejantes o relacionados de algún modo con los conocidos– toman un sentido ligeramente distinto. Esto explicaría el esfuerzo constante que el conocimiento y la comprensión de las nuevas creaciones musicales requiere por parte del oyente, y la terquedad con que tantos melómanos restringen su experiencia del arte de los sonidos a la escucha reiterada de un repertorio que conocen y comprenden muy bien.

NOTAS
(1) Ludwig Wittgenstein, Investigaciones filosóficas, traducción de Alfonso García Suarez y Ulises Moulines, Crítica, Barcelona, 2008, p. 105.
(2) Ibíd., p. 343.

4 comments

  1. Muy buena su entrada.
    No se si la música es un “juego de lenguaje” al estilo de Wittgenstein. Lo cierto es que comparten lo que el mismo Wittgenstein afirma son “parecidos de familia”. Comparten algunos rasgos y otros no. sería bueno hacer un estudio al respecto: elucidar qué rasgos comparten y qué otro no.

    ¿en qué se parecen, y en qué no, la comprensión musical y la lingüística?

    Por otro lado usted dice que cada composición musical establece un juego de lenguaje nuevo. No estoy seguro si eso es así, pero si lo es, eso sería un argumento en contra de llamar a la música un juego:
    Wittgenstein afirma que los juegos necesitan estabilidad y regularidad. Pero si lo que usted dice es cierto, entonces incluso las nuevas interpretaciones de una obra establecida intentan crear un nuevo juego. Pero si cada vez que se toca una obra se crea un juego nuevo con ella, entonces no hay repetición, regularidad.

    Cuando wittgenstein dice que las reglas pueden crearse sobre la marcha y que son borrosas no esta diciendo q

    Pienso que no podemos decir que cada composición musical establece un juego de lenguaje nuevo. Eso sería como decir que cada vez que hablamos estamos frente a un juego de lenguaje nuevo, lo cual sería forzar el uso que Wittgenstein le da al concepto.

    Pienso que podemos hablar del juego de lenguaje de la música, y dentro de él tal vez de diferentes juegos de lenguaje: el juego de lenguaje de la fuga, por ejemplo.

    lo que acabo de escribir son reflexiones ligeras que se me acaban de ocurrir, nada más que eso…. muchas saludes

  2. le decía: Cuando wittgenstein dice que las reglas pueden crearse sobre la marcha y que son borrosas no esta diciendo que pueden crearse sin más. El sentido de esos párrafos de las investigaciones es mostrarnos que no se puede definir la palabra juego afirmando que es una actividad de reglas definidas.

    las reglas no estan definidas, pero eso no quiere decir que puedan crearse sobre la marcha de cualquier manera.

    1. Gracias por sus agudos y pertinentes comentarios. Sus apreciaciones me ayudan a perfilar algunos aspectos que, sin duda, había redactado de forma pobre e imprecisa. Está claro que es un poco burdo afirmar que cada pieza establece un nuevo juego de lenguaje. Quizá debería decir que establecen un nuevo juego de lenguaje aquellas piezas que en su momento han resultado manifiestamente nuevas o, mejor aún (sí, creo que ésta es la formulación más afinada) que el juego de lenguaje es, en verdad, como usted apuntaba, relativamente estable a lo largo de muchas piezas de una misma tradición (y seguramente de autores distintos), y que se modifica paulatinamente. Le pondré un ejemplo, aprovechando que usted se presenta como amante de la música de Beethoven (gusto que comparto plenamente): si escuchamos el primer movimiento de la sinfonía n.1 de Beethoven y a continuación el primer movimiento de su sinfonía n. 7, creo que podemos percibir claramente que el juego de lenguaje (el conjunto de gestos armónicos, melódicos, contrapuntísticos y tímbricos que nos producen la impresión de que comprendemos, de forma no traducible en palabras pero inequívoca, algo que Beethoven, o su música, está diciendo) se ha modificado sensiblemente. Sin embargo, no creo que pudiéramos indicar en qué punto de la obra de Beethoven, entre la escritura de esas dos grandes sinfonías, se ha producido la transición de un juego de lenguaje a otro (y sin duda no se trataría de “una” transición, sino más múltiples cambios, cada uno de los cuales se habrá dado en forma de una gradación).
      En segundo lugar, no cabe duda de que mi afirmación de que las reglas del juego se establecen sobre la marcha es burda y, en verdad, errónea. Creo que la lectura atenta de las Investigaciones nos lleva más bien a presentar las cosas de este modo: en el caso de que intentemos formular de forma explícita y completa las reglas de cierto juego de lenguaje, toparemos con dos dificultades: 1) Para cada una de las reglas “provisionales” que formulemos, hallaremos casos del juego en que éstas no se cumplen, o incluso casos del juego no contemplados per ésta (y casos en que, sin embargo, entre quienes participan del juego no se da equívoco alguno) y 2) Incluso en el caso de que logremos establecer un ámbito, restringido dentro del juego, que cierta regla explique satisfactoriamente, ocurrirá que el mismo desarrollo del juego a lo largo del tiempo terminará modificando ese ámbito de aplicación “correcta”, acabará, por así decirlo, dejando atrás esa regla tal como la hemos formulado (y, de nuevo, todo ello ocurrirá sin que se produzcan situaciones equívocas entre quienes participan del juego). Todo esto excluye, evidentemente, la posibilidad de que “modifiquemos (nosotros, los jugadores) las reglas del juego sobre la marcha”. Ello da a entender una modificación caprichosa, o a voluntad nuestra, cosa que no tiene lugar en el panorama que presenta Wittgenstein.

      En fin, gracias por sus palabras.
      Un saludo afectuoso desde Barcelona

  3. Sus comentarios me parece que precisan y matizan sus ideas de una manera que las vuelve mucho más claras (que no más simples, pero es que el tema no lo es).

    Sobre el “lenguaje” de la música y Wittgenstein creo que todavía hay mucho qué decir, mucho más que precisar y aclarar. Es un tema apasionante y rico. Me agrada encontrar a alguien interesado en él. Seguiré atento a su blog y espero leerlo de nuevo.

    Un abrazo desde Cartagena, Colombia

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