Pols (castellano)

Versió en català.

(Artículo publicado en el suplemento Cultura/s de La Vanguardia del 16 de enero de 2013. El pdf puede descargarse aquí).

Las prácticas musicales contemporáneas invitan a una inversión sutil, pero decisiva, del mito romántico de la música pura, aquel según el cual la música comienza justo allí donde terminan las palabras. En la actualidad gana peso, por contra, la noción de la música como lo adyacente a la palabra, como la exploración del estrecho margen que se abre entre ella y la voz que la dice, entre ella y el cuerpo que la presenta; la música entendida, entonces, como fabulosa hipertrofia de la pronunciación. Bajo esta mirada, la palabra pasa de ser marginal a ocupar el centro de la vida musical –tal es la inversión a la que me he referido– y se comprende, por ejemplo, la rara vitalidad que mantiene hoy en día un formato tan antiguo como la canción.

Pols de Bradien y Eduard Escoffet, publicado por el sello spa.RK, es un caso singular entre las músicas que se desarrollan en torno a la palabra. Lo es, entre otras cosas, porque se aleja de la canción, el formato predominante en esta vía de exploración musical. Pols no es un disco de canciones, por más que pueda parecerlo en una primera audición. Tampoco es un disco de versos con acompañamiento musical. Lo que hace Bradien en este disco no es un acompañamiento de las palabras de Eduard Escoffet.

Pols es la continuación, y en cierto modo la expansión, del trabajo iniciado por Bradien en Linden, publicado, también por spa.RK, en 2009. Linden sí es un disco de canciones, pero, al modo del dub, de canciones sin palabras. Sus temas tienen estructura armónica de canción –me refiero a un ciclo de acordes– y líneas melódicas perfectamente cantables. Solo falta una voz que dijera una letra. El trabajo instrumental deja el centro verbal de la pieza vacío, pero lo hace delimitándolo tan bien, dibujando con tal precisión ese centro desocupado, que es talmente como si las palabras estuvieran ahí –salvo que habría que inventarlas. Por ello digo que la música de Bradien no es el acompañamiento de texto alguno: un acompañamiento está incompleto sin las palabras; estos temas, en cambio, no las necesitan, valen por ellas.

Y es por ello también que, cuando en Linden aparecen, inesperadamente, las palabras –el poema de John Giorno Everyone gets lighter recitado por él mismo–, no lo hacen con voz cantada. Cantar hubiera sido redundante. Estando el canto en la parte instrumental, la voz puede ocuparse en decir cosas, en pronunciarlas cuidadosamente. Bradien invitó a Eduard Escoffet a recitar estos versos de John Giorno –influencia decisiva en su trabajo poético– en sus conciertos, y en esa primera colaboración arrancó el trabajo compartido que daría pie, tres años más tarde, a Pols.

En este disco, algo que ya se entreveía en la participación de John Giorno en Linden, Bradien y Eduard Escoffet superan la estructura de canción. Mantienen el reparto de papeles de esa primera tentativa –los instrumentos cantan, la voz habla– pero ahora la contaminación recíproca es más fuerte: Bradien canta escuchando a Eduard, Eduard recita escuchando a Bradien. En esta escucha recíproca, la estructura de canción cede, el orden armónico se vuelve estático, adopta la quietud de quien escucha, y la voz se torna pausada y consciente de sí –porque escuchar es también escucharse.

Así como en Linden supo dejar vacío el espacio central de las palabras, en Pols Bradien ha sabido dejar vacío el espacio central del sentido. Lo que Bradien escucha en la voz de Eduard Escoffet es la cadencia, el tono grave, la pronunciación única, a la vez estudiada e idiosincrática, de los vocablos catalanes y castellanos. Los instrumentos se aferran al sonido de las palabras, en vez de aspirar a ilustrar su sentido: no resplandecen cuando la voz dice “cel”, no se estremecen cuando dice “por”, no se hacen profundos ni recónditos cuando dice “tu”.

Acaso el rasgo más singular del hacer poético de Eduard Escoffet sea su capacidad de crear sentido con las palabras mediante el trabajo fonético perfilado con meticulosidad de orfebre, de dar a la palabra “tú” el sentido exacto –doloroso, irónico, perverso– que toma en un punto concreto de un verso, escuchando con atención obsesiva el sonido de la t y de la u en ese punto. Si el trabajo compartido con Bradien hubiese consistido en tender desde la superficie sonora hacia el centro del sentido –si hubiese consistido, por ejemplo, en hacer canciones– la especificidad de la poesía de Eduard Escoffet se hubiera echado a perder. Pero el trabajo musical de Pols parte, como he dicho, del sonido de las palabras en la voz –en el cuerpo– de Eduard Escoffet, y enlaza con él y lo amplifica hasta construir un anillo sonoro que gira, impasible, casi indiferente, alrededor del discurso poético.

Esta suerte de trabajo poético y musical tiene, desde luego, antecedentes, unos más lejanos, como el hip hop, otros más próximos, como la dub poetry, pero el cuidado y el riesgo que Bradien y Eduard Escoffet han volcado en los diez tracks de Pols lo llevan a una nueva dimensión. Esperemos que este trabajo continúe, y que otros músicos, poetas, performers, actores –trabajadores de la palabra y el sonido en la forma que sea– aborden tentativas semejantes.

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