(Apunt per una peça de Lúa Coderch.)
“Cuando un nadador, habituado a lanzarse desde lo más alto del mástil de un navío, dando vueltas escalofriantes en el aire, le grita, antes de meterse de cabeza en el agua, a uno de sus compañeros en la copa del mástil, para que siga su ejemplo y se lance también de cabeza y dando saltos mortales, pero éste lo único que hace es bajar poco a poco por la escala hasta la cubierta del buque y luego por una escalerilla, siempre con la misma parsimonia, hasta el borde del agua, y allí mete primero un pie y a continuación el otro, y los saca y los vuelve a meter, alternativamente y pensándolo mucho, hasta que al final cae como un fardo al agua…, ¿qué le puede importar entonces al primero lo que el segundo piense de él?”
Sören Kierkegaard, La repetición, Madrid, Alianza, 2009, p. 156.